Como un completo extraño me desvivo en este cuarto. Escribo esto mientras hago las maletas, de nuevo, todo fue un parpadeo dentro de un sueño. Todo fue un engaño. La vida se trata de coincidencias y despedidas. Lamentablemente, existimos algunos a los que nos duran más las segundas que las primeras. A veces me dura semanas el adiós de alguna chica que conocí en la fila del supermercado. Yo un niño que creció sin padre, viví en la despedida constante. Lo más dramático y telenovelesco es que murió a la semana de conocerlo; saludarlo la primera y última vez, fue una cerveza helada en un desierto del adiós. Varias camas me han acogido por pocas horas antes de partir a navegar por las calles antes del amanecer. Irse es una forma de vida. No todo ha sido tan trágico, como cuando trabajé por dos meses y una semana en ese bufete miserable, la despedida me llenó de alegría. Algunas coincidencias permanecen sutiles, arrastrándose a escondidas, infiltradas, las cuáles no puedo decir porq
También son mis muertos, también a mí me mataron. Es mi sangre la que manchó el Conjunto Habitacional, la que salpicó a Santiago, la misma que se filtró por la tierra hasta las entrañas de Huitzilopochtli. Son mis hijos arrebatados, mis padres que no llegaron a ser, mis amores destruidos, mi corazón extinguido. También son mis gritos los que aún resuenan en las paredes y mis banderas agitándose y mis utopías asesinadas y mis cabellos largos enredados. También es mi dolor, mi angustia, mi pavor. No sólo fue a ellos, también a mí me azotaron los romanos de guantes blancos; también es mi viacrucis y mi redención. Aunque me pasan los años por encima y me rebasan y crezco y me vendo y descreo: jamás olvido.