Sentado en la silla de mi cuarto, volteo a ayer. Tu cara es la primer imagen que revivo. El recuerdo es la forma de perpetuar los momentos, por ejemplo, el momento de verte cantar esas agudas notas. Regreso a tu piel de atardecer donde me estaciono un rato. Al contrario, el futuro es una mezcla de volado y voluntad. Águila o sol; sí o no. Así como Cortázar nos enseñó que todos los fuego el fuego; todas las dudas la duda. El fuego es absoluto, la duda relativa. Es decir que al recordarte en la misma silla en la que estoy sentado, perpetúo tu voz y abro la puerta del misterio posterior. La bruma sólo se aleja cuando la atraviesas. Siempre es tu piel el motivo. Cuando el resultado comienza a desmentir los cálculos anteriores, la razón queda desnuda y acostada en una banca de un parque abandonado. Mis manos y sus movimientos se vuelven complejos, no sólo es el tacto de tu cuerpo, quieren franquear el umbral físico. Es allí donde me divido, donde las decisiones dejan de ser frías y buscan tu cintura. Donde el devenir cobra vida propia, las consecuencias del después se desdibujan y lo único que anhelo es volver a evocar tus labios moviéndose al ritmo de la canción. El orden de los factores no tiene nada que ver con el próximo resultado, mucho menos, con tus labios rosando los míos.
¿Aireen?, ¿Airin?, ¿Auren?, ¿Aura?... No sé cómo se pronuncie pero es el personaje que sin ser protagonista es el punto central de la historia, no tanto por sus acciones o apariciones, sino porque vive en la mente de Liborio, es su asidero de fe. Estar en la mente de alguien es estar en el centro. El libro habla de Liborio, el chivato emigrante de diecisiete años más putiado por la vida, el cuál está enamorado de Aireen. De hecho Aireen, es la parte no salvaje de su mente. De ahí en fuera, Liborio, es un animal agazapado, listo para defender su madriguera hasta la muerte. Se lo toma muy en serio ya que casi se lo chingan varias veces. Es tan perdedor (no por decisión sino por contexto) que se avergüenza de su nombre, se avergüenza de su dolor. Liborio tiene lagos enormes sin información de su pasado, de su origen. De lo único que está seguro es que tenía una tía, que no era su tía, sólo su madrina, que lo mandó a la calle. Liborio nació con la muerte de su mamá, por eso l
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